martes, 31 de diciembre de 2013

Apuntes para una historia de Izquierda Unida: Una construcción política de la Alternativa desde la convergencia social y la resistencia (1986-2013)

Eduardo J. del Rosal Fernández
La derrota de la izquierda, y del movimiento obrero en general, con que se salda la salida de la dictadura en la llamada “transición a la democracia” y, por tanto, la conformación del actual régimen bipartidista de PSOE y PP, que con el apoyo de las derechas nacionalistas de CiU y PNV principalmente, han hegemonizado la vida política hasta nuestros días para insertar España en las lógicas neoliberales del capitalismo dominante y en la plataforma militar imperialista que encabeza los EE.UU. Todo ello, así como las consiguientes intentos de resistencias colectivas para evitarlo y defender los avances sociales y libertades que se habían logrado explican el sentido histórico del nacimiento y la construcción política de Izquierda Unida.
Izquierda Unida se constituyó en un principio como coalición electoral a finales de abril de 1986, con el objetivo de participar en unas elecciones generales en el mes de junio. Hecho que se produce tras la celebración del referéndum sobre la permanencia o salida de la OTAN, que se celebró el 12 marzo, y que había posibilitado apenas unos meses antes constituir la Plataforma Cívica para la salida de España de la OTAN, que reunió a decenas de organizaciones políticas y sociales que se oponían a la integración de nuestro país en dicha alianza militar, y que demostró una gran capacidad de movilización, consiguiendo que el NO reuniera casi 7 millones de votantes.
Esta amplia y heterogénea convergencia de partidos y movimientos sociales sirvió de base para imaginar la posibilidad de reconstruir la izquierda y de que solo podía hacerse desde nuevas bases y presupuestos para hacerla realidad.
Asimismo hay que destacar que con anterioridad fruto de su política de Convergencia nació Convocatoria por Andalucía, en la que el PCA el 6 de septiembre de 1984, toma la iniciativa, con el documento de debate del que surgió el denominado “Manifiesto de las Amapolas”, que el propio Julio Anguita califica como “el documento 0”, con vistas a las elecciones autonómicas de junio de 1986, donde Julio Anguita, alcalde de Córdoba, se presentaba a la presidencia de la Junta de Andalucía, y supo suscitar un amplio movimiento en el que participan decenas de colectivos sociales e individuos en la elaboración de un programa alternativo que “aliente la formación de un gobierno de progreso”. Programa alternativo de Gobierno debía girar en torno a 11 ejes en los que “la Autonomía Plena con vocación de construir otro Estado español era el elemento común“. Esta innovadora propuesta consiguió un gran avance electoral con más del 17’91% de los votos y 19 diputados, frente a los 8 diputados anteriores del PCA.
Esta experiencia, partiendo de la convicción del “desvanecimiento del proyecto de cambio” del PSOE con “su derechización en política económica, exterior y de defensa“, será la base de la nueva forma de hacer política, centrada en construir un Programa colectivamente y en la apertura a la sociedad con nuevas formas de intervención política, es la que se intentará plasmar en la formación política que naciera el 27 de abril de 1986, de cara a las elecciones de junio, que suscribiría el documento “Bases de acuerdo de constitución de la plataforma de Izquierda Unida”, documento suscrito por partidos políticos (PCE, PCPE, PASOC, PH, IR, FP y P.Carlista) y personas independientes, coordinadas por Gerardo Iglesias. Que en su primera experiencia electoral el 22 de junio, coincidente con las andaluzas, consigue 7 diputados y el 4’63% de los votos, frente a los anteriores 4 diputados del PCE. Apenas un año de su constitución en las elecciones municipales de junio de 1987 se produce un nuevo avance consiguiendo IU el 7’18% y 2315 concejales.
En la I Asamblea Federal, que se reunió en febrero de 1989, cuando apenas 3 meses antes, el 14 de diciembre, se había producido una Huelga General para protestar contra un plan de empleo juvenil y contra la política económica del Gobierno, a favor de un giro social, se decide constituirse en Movimiento Político y Social, para superar el estado de coalición existente hasta entonces y no caer en la formulación tradicional de partido político que se había teorizado que estaba en crisis. Como movimiento se conseguía no constituirse como un mero referente electoral, que su composición no fuera solo de partidos sino que podía ser una organización más flexible y participativa, que integraría colectivos sociales y personas independientes, además que podía ser un referente federal, integrando la pluralidad nacional del país, pero con identidad propia y que sería la base de la construcción de un Bloque Social de Progreso. Esta nueva forma de entender IU dispondría de una dirección colegiada bajo la Coordinación General de Gerardo Iglesias.
El 29 de octubre de 1989 se celebran elecciones generales y se decide que la encabece Julio Anguita, el referente del gran avance producido en Andalucía y desde el año anterior Secretario General del PCE, consiguiéndose 19 escaños y el 9’07% de los votos. Gerardo Iglesias que de hecho era el coordinador y no disponía de escaño decide dimitir el 1-11-89 y siendo sustituido por Julio Anguita.
En la II Asamblea de 24 y 25 de noviembre de 1990, apenas unos meses de iniciada la I Guerra del Golfo contra Irak y unas semanas después de la caída del Muro de Berlín, que supuso una gran conmoción en buena parte de la izquierda mundial y que incluso hizo que organizaciones con un gran historial de luchas se auto inmolaran gratuitamente, por el contrario, se consagra la entidad propia de IU, reafirmado su carácter de MPS e insertándose en el horizonte emancipatorio de una izquierda nueva y transformadora, caracterizada como una “fuerza política federal , democrática, de izquierda, transformadora, socialista, ecopacifista, feminista, europea y solidaria”, cuyos ejes de actuación debería ser la “plenitud de los derechos humanos” en el más amplio sentido y por el “respeto, conservación y regeneración del ecosistema mundial”. Una IU que se sitúa como una triple alternativa: Alternativa de gobierno, Alternativa al modelo de estado y Alternativa al modelo de sociedad. Una IU donde el programa es su seña de identidad expresión de una alianza estratégica en lo concreto entre las viejas tradiciones del movimiento obrero y los nuevos sujetos emancipatorios, lo que se definía como la alianza roja, verde y violeta.
La III Asamblea Federal de mayo 1992, se celebra días previos a la Huelga General del 28 de mayo contra el decreto que recortaba las prestaciones por desempleo y contra el proyecto de ley de huelga anunciado por el gobierno de Felipe González, también se reclamaba la reindustrialización de España frente al progresivo desmantelamiento que se estaba produciendo en nombre de la supuesta convergencia con Europa. Es precisamente en este contexto que se da un debate crucial para IU y que prefiguraría si continuaba con un perfil anticapitalista y emancipador o finalmente se integraba en el “sistema”, cuyo objetivo sería suavizar la implantación de las políticas neoliberales dominantes.
Era el debate sobre el Acuerdo de Maastricht y el Plan de Convergencia elaborado por el Gobierno, y que tuvo por consecuencias la clara diferenciación de dos posturas, la mayoritaria que concluía que  Maastricht significaba una actualización de “las pautas a seguir para la consecución de una UE, conducida y hegemonizada por los intereses de las multinacionales y las fuerzas conservadoras del continente” y que ponían “en peligro décadas de lucha sindical”, con disminuciones de las prestaciones sociales y la privatización de servicios públicos (sanidad, educación,…), además de advertir el serio peligro que corrían la agricultura y muchas ramas industriales españolas. La postura minoritaria, nucleada en torno a Nueva Izquierda, sin llegar a argumentar los beneficios en sí del Acuerdo, sino que el mero hecho de integrarse en ese proyecto de la UE significaba garantizar la democracia en nuestro país y recoger los beneficios de la propia integración en este espacio económico, por ello planteaban un apoyo crítico al mismo contando con que era la postura de los sindicatos mayoritarios. Esta posición de la minoría, a su vez, pretendía cambiar la naturaleza de IU, por considerarla ineficaz y seguir la pauta de otras organizaciones de la izquierda europea, especialmente la italiana, y pretendía convertir a IU en un partido político, con lo que los partidos que la integraban deberían disolverse o quedar excluidos de la nueva IU que pretendía construir.
Finalmente vencieron las posturas contra todo lo que significaba Maastricht y favorables a mantener a IU como parte de la izquierda anticapitalista, por un 60% de los delegados y delegadas asistentes contra el 40%. Este debate trascendental, si bien se ganó para la izquierda tuvo graves consecuencias para la organización, que de ahí en adelante fue cristalizando en una división irreconciliable entre ambas partes, que junto a la acción permanente de acoso y derribo de IU que se practicó desde el régimen bipartidista y su búnker mediático, minó las bases de la organización misma, y tras un periodo de sincronización de esta “minoría”, convertida ya en PDNI, con su nueva casa política, buena parte de estos se integraron acríticamente en el PSOE de la corrupción, el GAL, de las guerras, …, posteriormente se iniciaría lo que Víctor Ríos acertadamente llama el “septenio negro” de IU donde la forzada marcha de Julio Anguita y el deterioro interno de la organización, llevaron a una pérdida paulatina de liderazgo político, pérdida de centralidad del Programa, institucionalización de la vida política y claro hundimiento electoral.
Tras más de veintisiete años de su fundación IU ha sufrido altibajos electorales, crisis políticas, organizativas, de proyecto, pero los motivos y elementos básicos que dieron pié a su formación y teorización siguen vigentes.
Podemos afirmar con toda naturalidad que el devenir histórico de IU es, a su vez, explicado por la propia historia del movimiento emancipatorio español, es decir del conjunto del movimiento obrero y de los movimientos sociales existentes en nuestro país, que en permanente conflicto y resistencia se movilizaron y combatieron al régimen neoliberal dominante en los últimos treinta años en defensa de la mayoría.
Así IU siempre ha participado en todas las movilizaciones populares en España. Contra las guerras de Irak, Yugoslavia, Afganistán, Libia o actualmente contra la intensión imperialista de intervenir en Siria. También IU ha estado en todo momento junto al movimiento obrero en todas sus luchas en defensa de los derechos sociales, laborales, pensiones y sindicales, participando decididamente en todas la huelgas generales o parciales convocadas por los sindicatos de clase, e incluso impulsando la lucha por la jornada de las 35 horas por ley, aún con cierta incomprensión sindical. Igualmente IU siempre ha estado en todas las luchas en defensa de los público, de la sanidad, la educación, el transporte, …, en la defensa del medio ambiente, contra las nucleares, las políticas de especulación urbanística, la destrucción de los espacios naturales o la contaminación, etc. IU ha sido participe de todas las luchas del movimiento feminista en defensa de los derechos de las mujeres y contra su empobrecimiento o su reclusión en el ámbito de lo privado. IU también ha considerado central todas las luchas por las libertades democráticas, participación popular, el impulso de la memoria histórica frente al olvido y la desmemoria, por la III República, de las luchas por la solidaridad a favor de los pueblos oprimidos como el Sahara, Palestina, etc.
En definitiva independiente de la deriva política desarrollada por IU en cada momento histórico, de sus dirigentes, podemos afirmar que IU se ha mantenido fiel a ese hilo rojo, verde y violeta que ha conformado su identidad política y cultural
Así en noviembre del 2008, en la IX Asamblea Federal de Izquierda Unida, en un contexto en que los evidentes signos de la crisis económica y financiera que comenzaba y sus profundas repercusiones sociales tenían visos de perdurar en el tiempo con incalculables consecuencias para la mayoría de nuestro pueblo,  se analizaba que IU se encontraba ante el fin de un ciclo político, en un contexto en el que las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales planteaban objetiva e imperiosamente la necesidad de su existencia. Por lo tanto era necesaria su Refundación, recuperando los principios de su constitución, sus principios básicos, e integrando las aportaciones que la izquierda en todo el mundo había sido capaz de generar en los últimos veinte años. Esa era la propuesta de la mayoría encabezada por Cayo Lara que asumió la Coordinación Federal sustituyendo a Gaspar Llamazares.
Los objetivos aprobados eran claros: reconstruir una fuerza política alternativa de izquierdas con un programa claramente anticapitalista y con el objetivo de construir una sociedad socialista en el siglo XXI. Una IU como Movimiento Político y Social (MPS), plural y participativo, que base su fuerza en la movilización y en su unidad de acción. Una IU anticapitalista, republicana, federal y alternativa.
La X Asamblea Federal desde la reafirmación de las conclusiones de la anterior Asamblea, tuvo por eje centrarse en la coyuntura extraordinaria que vivimos (el golpe de estado silencioso) e impulsar una acción común: la resistencia, organizar la rebelión democrática y la alternativa al neoliberalismo, y a las fuerzas políticas y sociales que les apoyan y, finalmente, hacer de IU una organización de masas para un proyecto de mayoría social.

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